sábado, 31 de agosto de 2013

Por fin la cocina

Por fin la cocina... Nunca pensé que esto de la cocina tuviese tanto atractivo, ni que le hubiese cogido el puntillo de esta manera. El caso es que me gusta comer. Mucho y bien. Y casi de todo. La verdura no. No. Y por eso veréis que la incluyo triturada en muchísimas recetas. Así, como disimulada, pero pensando en ti, que diría el poeta. Como no puedo estar todos los días de restaurante (ni todos ni algunos ni de vez en cuando), aprendí a cocinar. Quedan lejos ya aquellos días en que me acababa de independizar... Allá por el 2002, recién licenciada. A ver si de una vez empiezo a utilizar tantos años de culo-asiento a mi favor y los proyectos salen bien y no se quedan en eso, en proyectos.

Vivo cerca de mi madre. Mi madre. A mi madre también le gusta comer rico, pero, como ya he comentado, odia cocinar. Supongo que será una rebeldía hacia la mística de la feminidad... Ahora mi madre tiene a la suya, mi abuela, en casa. Un día, allá por diciembre, perdió el conocimiento y se la encontró, mi madre, tirada en el suelo de su casa. La que era su casa. De ella. Y de mi abuelo. Mi abuelo, que tenía los ojos grises más bonitos del mundo... Murió a primeros de julio de hace algunos años. No recuerdo el día ni el año. Recuerdo el momento y que lo llevo en mi corazón en cada movimiento. Las lágrimas. A una hermana de mi tía Azu: no llores. ¡Llora!, mientras me abrazaba.


A mi abuelo también le gustaba mucho comer. ¡Se lo comía todo! Será por los años de la guerra y lo que vino después. Y el hambre. Y el cucurucho de higos en el cine para matar el tiempo y no pasar frío. Y las algarrobas. ¡Benito!, le gritaba mi abuela en Los Belones cuando las cogía... Esa es otra historia que ya os contaré... Algún día. Con el olor a rico y a mar y a playa de las adelfas.



Vamos a comprar la thermomix, vamos a comprar la thermomix... Que me han dicho que está estupenda y hace platos muy ricos... La otra parte contratante se negaba. Sin tener ni idea de lo que decía, pero diciendo: que si cocinaba mucha cantidad, que si a ver qué hacíamos con tanta comida, que si otra vez cocinaba mucha cantidad... La simpleza de los argumentos da como risa, pero me tenía que fastidiar y quedarme sin ella. En uno de esos acontecimientos en que la gente tira la casa por la ventana y hace regalos, una tía suya nos dijo que nos la regalaba. ¡Por las diosas, sí! La parte contratante negacionista feliz de la vida con ella. Yo, que la utilizo casi casi cada día, encantada. Mi madre, que me recuerda de vez en cuando la cantidad de táperes que tiene (ya me los llevo mamá, que si no a ver cómo te traigo la comida rica), medio liberada de la cocina. Ganamos todas. Y yo, cuido a mi madre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario