domingo, 1 de septiembre de 2013

Bajo la sombra de aquel gran árbol

lunes, 26 de agosto de 2013








No sé estar sola, dice.
No sé estar sola, asegura.
La soledad. Soledad.







Poco a poco aprendí a estar sola,
a disfrutar de mi compañía,
a quererme y a encontrarme.
A enamorarme de la persona que había
y poco a poco ha ido creciendo.
Asombrándome. Asustándome a veces.
Cuidándome y alimentando mi estómago y mi mente.

Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.

Yo soy la luz. Y me estoy encendiendo.
Soy yo. ¿Era yo antes?
¿Desde cuándo soy yo?




Tenía que acabar con él.
Comérmelo. Desintegrarlo.



Antes tenía miedo. Miedo a perderme. A que se apagase la luz. Miedo a no encontrarme. Miedos.
Pero cierta noche escuché a uno sobre un caballo. No me lo contaron. Lo escuché. Demasiadas casualidades.


Retrocedemos y los pasamos por encima.

Ese día. Esa noche. Ese instante perdí el miedo. Me anclé al suelo. Me anclé a mi clase. Mis pies no se movieron. Un paso atrás ni para tomar impulso.






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