domingo, 1 de septiembre de 2013

De microviolencias, micromachismos, como formas veladas de perpetuar el poder (masculino)

No se puede considerar libre un acuerdo que no se da entre iguales. 
Carole PatemanEl contrato sexual, 1995.



Desde el siglo XII hasta el XIX se refuerza desde Estado e Iglesia cristiana el modelo de familia patriarcal, del modelo familiar del capitalismo. Introducimos ya la idea de la complementariedad entre marido y mujer. En el siglo XVIII hablamos ya de razón frente a naturaleza. El cabeza de familia ostenta la razón, la verdad y la autoridad, que no son otra cosa que manifestaciones de poder, acaparando el ámbito público. Se relega a la mujer a lo privado, lo invisible.

Partiendo de estas premisas, la manera de explicar el amor responde a organizaciones sociales que se basan y fomentan la desigualdad de género. Se plantea como algo natural tanto el aprendizaje como la gestión de los sentimientos, cuando no es más que comportamientos y actitudes aprendidas desde el rol de género que nos da el sexo con el que nacemos. Por amor se justifican estas relaciones de desigualdad. Por no ser seres incompletos, mito de la media naranja, se justifican las desigualdades en el seno de la pareja.
No hablamos de cualquier tipo de amor, hablamos del amor romántico, que favorece las microviolencias, los micromachismos cotidianos.

Los tiempos han cambiado. Las demostraciones más duras y severas del machismo tradicional están sufriendo un proceso de transformación. Ya no están bien vistas e incluso perseguidas y penadas por la ley (LEY ORGÁNICA 1/2004, de 28 dediciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, por ejemplo).

Varones que se sientes igualitarios, no machistas al modo tradicional, consiguen controlar, de diversas maneras, mediante diversos mecanismos, a las mujeres con las que conviven. Así, comprobamos, que muchos comportamientos masculinos tienen por objetivo excluir a las mujeres de ámbitos como el poder y la autonomía.

Luis Bonino Méndez define los micromachismos como ““pequeños” y cotidianos ejercicios del poder de dominio, comportamientos “suaves” o de “bajísima intensidad” contra las mujeres. Formas y modos, larvados y negados, de abuso e imposición de las propias “razones” en la vida cotidiana, que permiten hacer lo que se quiere e impiden que las mujeres puedan hacerlo de igual modo. Los varones los ejecutan permanentemente quizás no tanto para sojuzgar sino para oponerse al cambio femenino”.

Socavan la autonomía personal de las mujeres. Mantienen la superioridad de ellos. Como los avances de las mujeres en cuanto derechos y libertades cuestionan esta superioridad, los varones utilizan los micromachismos para defender y perpetuar sus prerrogativas, para eludir la responsabilidad de aportar en las situaciones de responsabilidad compartida. Todo esto produce cansancio, agotamiento físico y psíquico, inestabilidad emocional, sentimientos de confusión, proliferación de actitudes defensivas.

La familia, el microsistema más importante que configura la vida de las personas durante mucho tiempo, ha sufrido diversas transformaciones llegando incluso a cuestionar el matrimonio. Los cambios afectan a las relaciones de pareja. Feminismorevolución sexual y paso a una sociedad postindustrial han jugado un papel muy importante. Al cuestionar el amor romántico se ha optado por el amor asociación donde predominan los intereses individuales. El igualitarismo cuestiona la primacía de la masculinidad tradicional, ligada a la fortaleza tanto física como espiritual. Contradice al patriarcado.
El sistema dicotómico aprendido se pone en duda. Las mujeres han conseguido salir al espacio público, pero los hombres se resisten a entrar en el doméstico. Recordemos que lo público se identifica con poder, éxito y reconocimiento mientras que lo doméstico está denigrado. Esto incrementa los conflictos de pareja.

Los varones no tienen referentes alternativos a la masculinidad tradicional cuestionada, se sienten desplazados de su posición central, desubicados, heridos. Ellas se responsabilizan y se sienten culpables por la conflictividad de la pareja. Además, patriarcado, género y violencia se perpetúan con los roles asignados en las familias en función del género.

Estos cambios generan tensión y desorientación, y hacen de las relaciones de pareja más vulnerables. No hay modelos a seguir. Tampoco hay tiempo para dedicarse como individuo y como pareja, con lo que el cultivo, cuidado y mantenimiento de la pareja se torna muy difícil. La división sexual del trabajo se convierte en tema de discusiones y disputas.

La jaula. Información y venta aquí.
Para terminar con las desigualdades no basta con promulgar leyes o hacer campañas televisivas. En primer lugar hay que reeducar a cada miembro de las familias, donde se produce la primera socialización. Es la familia donde se crean mujeres y varones. Hay que conseguir que las familias ayuden a crecer y desarrollarse a todos y cada uno de sus integrantes como personas, sin tener en cuenta el sexo biológico o rol de género que se tenga.
Hay que acabar tanto con los roles de género como con los estereotipos de género. Se hace imprescindible la coeducación en las escuelas, un buen control de la publicidad antes de hacerla pública. Hay que promover, instaurar un verdadero lenguaje neutro, no sexista, lejos de masculinos genéricos, excluyentes, que invisibilizan y ningunean al 51% de la población.

Se impone hacer visibles los comportamientos micromachistas para poder establecer verdaderas relaciones de paridad.

Es necesario deconstruir la idea del amor romántico, del amor-fusión. Se impone construir relaciones y formas de relacionarse en torno a la igualdad, la corresponsabilidad, el respeto y aprendizaje mutuos. Hay que eliminar las relaciones de poder y sumisión.

Tenemos que pasar a la acción. Tenemos que fomentar la creación de  movimientos antisexistas, profeministas, antipatriarcales y antimasculinistas que visibilicen las desigualdades y dignifiquen la lucha de las mujeres por la igualdad. Por el reconocimiento de sus aptitudes y capacidades fuera del ámbito doméstico. Por la defensa de su dignidad. Movimientos masculino-afirmativos y femenino-afirmativos para erradicar las relaciones de poder jerarquizadas y las dicotomías excluyentes que sólo consiguen perpetuar el actual estado de cosas. Es una buena manera para acabar con la violencia de género.

1 comentario: