domingo, 1 de septiembre de 2013

Ella

Ella tiene cuatro o cinco años más que su hermano. Ambas están ya en la treintena. Son una familia típica de un barrio de Madrid. Tanto su madre como su padre se consideran personas de izquierdas. Hasta aquí bien. Dicen que les han dado la misma educación, que no son machistas, que les han tratado igual, les han pedido lo mismo y les han dado lo mismo. O eso decían hasta que les puso la verdad tan delante de sus narices que no pudieron más que reconocerla. A ella le han educado y tratado como a una chica y a su hermano como a un chico. Punto. Sentencia y calla. No a la manera rancia y reaccionaria por supuesto. En casa no se pedía a ninguna limpiar ni poner la mesa ni nada que no se le pidiese a la otra, aclara.

Zanele Muholi

La salvaguarda de su sexualidad se convirtió en una verdadera guerra encubierta, y descubierta. Recuerda cómo tenía hora de llegar a casa, y preocúpate de cumplirla, mientras su hermano hacía lo que le daba la gana. Recuerda cómo se enojaban cuando se quedaba a dormir en casa de su pareja. Las peleas, los reproches… Tenía 20 años, estudiaba en la universidad, iba sacando sus cursos. Es decir, cumplía su parte del trato. Recuerda su cuarto de muñecas con su cama abatible de ochenta. Podríamos cambiarme el cuarto, poner una cama más grande… ¿Y qué hacemos con este? Pues tirarlo, digo… O darlo, o yo que sé. Su hermano sí pudo cambiar su cuarto, ahora tiene una cama grande donde duerme con su novia.

Recuerda la lucha sin fin que le costó que le dejaran dormir fuera de casa. Las familias duermen bajo el mismo techo, decía su madre. La primera noche que su hermano durmió fuera de casa casi le da algo.Sólo necesitaba que reconocieran sus errores hacia mí. Que me dijeran lo siento, sentimos haber sido así contigo. Pero no. Mamá me dijo que tenía envidia de mi hermano. Por supuesto. Una envidia que me hacía encolerizar. Porque él tenía algo a lo que yo nunca podría aspirar. Por mucho que estudiase, por mucha carrera que hiciese, por muy bien que me portase. Él era chico y yo chica. Tú te puedes quedar embarazada, tu hermano no… Se queda callada. Mira al suelo. Sus ojos retienen las lágrimas.

Recuerda un día que vieron sus píldoras anticonceptivas. Te pones a trabajar a la de ya, dijo
su madre, no te voy a pagar los vicios (a los dos días ya estaba cuidando a un niño, así sufragaría mis vicios y expiaría mis pecados). Su padre le habló de la pérdida de interés de los hombres por las mujeres con las que se acostaban. ¿Y no podía ser también al revés?, me mira fijamente a los ojos. Le hablaron de manzanas (ya sabemos, la manzana que ha de entregarse al apuesto príncipe que me lleve hasta el altar del matrimonio) y de bosques. Te has perdido mucho bosque, le espetó su madre en la comida del día siguiente. ¿Ella qué sabía qué parte de bosque conocía? ¿Pero de qué bosque estás hablando mamá?

Recuerda el día que cumplió la mayoría de edad. Llegó a casa a las dos y treinta y ocho. Comité de bienvenida. No te creas que ahora vas a hacer lo que te de la gana… Con mi hermano no sucedía lo mismo. Y no era porque yo fuese la primera y fuese mi papel abrir camino. No. Yo era mujer y había que cuidar mi virtud, mantener a raya mi sexualidad… Mantenerla tan a raya que la negaron, como si no existiese.

Recuerda que en cuarto de carrera conoció una chica con la que entabló amistad. Ella era de fuera y su madre y su padre le pagaban una habitación porque estaba estudiando aquí. En cuanto termine la carrera, el año que viene, nos vamos a vivir juntas. Terminó la carrera (mi hermano no ha terminado el Bachillerato). Veinticuatro años recién cumplidos. Llevaba todo ese año anunciando en casa que se iría al terminar los estudios. Llegado el día, sentó a mamá y a papá en la mesaMe voy. Me voy de aquí. No voy a esperar a encontrar trabajo de lo mío. No voy a seguir estudiando ni doctorados ni oposiciones. Ya tenéis lo que queríais de mí. He terminado la carrera. Mi parte del trato. Me voy. Recuerda sus caras de sorpresa absoluta. Su madre dijo que le cambiarían el cuarto, que le pondrían una cama grande, que si quedaba con un chico,… no recuerda qué dijo más… Pero ya era tarde. La decisión estaba tomada. Como al entrar en recursos inhumanos ante un despido. No hay nada que hacer. A papá le da algo si una mañana ve a un tío saliendo de mi cuarto. Él asintió. Y me fui.

Ha estado diez años reprochando sus comportamientos. Yo no debería haberme ido de casa con 24 años. Recuerdo que mi primer sueldo fue para pagar la fianza de mi primera casa. Nunca he tenido un sueldo íntegro para mí. Para ropa cara, copas y drogas… Como mi hermano.



¿Pero qué les voy a reprochar, en verdad? Si han sido socializadas en esta ideología machista, en el patriarcado más feroz de la dictadura… Si su madre tenía hora de llegada aun trabajando para mantener a la familia mientras su hermano hacía lo que le daba la gana, por ejemplo. Con el tiempo ha aprendido a perdonarlas. Con mucho tiempo y haciendo un grandísimo esfuerzo, aunque aún noto una sombra de tristeza e ira en su mirada. No son culpables, pero sí responsables. Eso es todo.

Se levanta y mira por la ventana. Las lágrimas caen por sus mejillas. Paro la grabadora. No hay más que hablar.

1 comentario:

  1. A mi tambien me han llegado a dejar caer que tengo envidia de mi hermano cuando a el le dajabn nuestro piso de la playa para ir con una amiga y a mi no, supuestamente porque iba a liarla. Me costó el doble de esfuerzo que a el demostrar lo responsable que podía llegar a ser. Pero en fin, que esperar de una mujer que suele acabar muchas afiermaciones con la coletilla de "¿No Julio?" - buscando su aprobación.

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