domingo, 1 de septiembre de 2013

Ellos son también nosotras


Tengo un amigo que es feminista o profeminista desde hace tiempo. Me hablaba del sistema patriarcal, de maternidades, de paternidades, de cómo estamos absolutamente dominadas (todas las personas), de cómo los procesos de socialización patriarcales son devastadores para mujeres y varones. Ahora estoy estudiando primer curso del máster en igualdad de género de la UCM. Máster en feminismo, que el otro día dijo una de las coordinadoras que el término 'feminismo' está tan denostado, demonizado (como socialismo, como comunismo, como marxismo, trotsquismo, leninismo... siempre identificados con estalinismo, con la palabra utopía...), que hay que encubrirlo en cuestiones como el género y la igualdad. Ahora le entiendo. Y cada día más le admiro y me siento más orgullosa de tenerlo entre mis amistades. Y él era uno de esos hombres que decía que su madre era feliz al limpiar.


A veces hablamos y me dice que sigue teniendo ramalazos patriarcales y machistas, que tiene que seguir trabajando en ellos. ¿Cómo no va a tenerlos si de los treinta años que tiene, se ha pasado los últimos 27 socializado en el masculino hegemónico? Pero ahí está, trabajado, leyendo, conociéndose, cambiando. Porque en esto reside todo. En darnos cuenta que ni nuestra personalidad, ni nuestro carácter, ni lo que creemos más arraigado y esencial de nuestra persona forma parte de nosotras per se. Que no nacimos con ello, sino que se fue construyendo, que se fue gestando, arraigando. Que todo es consecuencia de la socialización y, como tal, puede ser cambiado. Podemos cambiar, por supuesto. Pero ya se encarga el patriarcado de decirnos que nuestra personalidad es intrínseca a nosotras, que es inamovible. ¡Pamplinas!

Tengo otro amigo que habla en femenino porque todas somos personas. Porque el masculino genérico nos engulle, devora e invisibiliza. Y no hay dos sin tres. Otra de mis amistades, machista y patriarcal en su juventud (para él las mujeres eran ciudadanas de segunda, meros cuerpos bonitos sexuados para el deleite sexual masculino), ahora habla de un futuro que para serlo ha de construirse en el feminismo y el cooperativismo. Con esto quiero decir que se puede. Es difícil para quien ostenta el poder delegar y compartir. Pero, como dice alguno de estos amigos, o los tres, no es posible la felicidad si tienes subyugada a la mitad de la población, a tu pareja, a tus amigas féminas, si crees que por el mero hecho de haber nacido con un envoltorio peludo (porque los dejan) y con pene tienes plenos derechos sobre los cuerpos nacidos con envoltorios sin pelo (porque se los quitan) y con vagina. Porque se trata simplemente de eso, de envoltorios que otorgan privilegios y prebendas en un lugar, y obligaciones y sumisiones naturalizadas por otro.

No obstante, es cierto que dar el paso es difícil. Es difícil en primer lugar porque ellos, los varones, han sido socializados en que son mejores. Punto. En que las actividades naturalmente asociadas a las mujeres son aburridas, tediosas, de segunda categoría…, que no van con ellos. Que lo interesante es lo suyo. Por eso lo masculino es lo universal, el modelo a seguir para todas y lo femenino es lo particular, la desviación de la norma…



¿Quién soy yo?, se puede preguntar un hombre que se acerca al feminismo. ¿Quién, cómo, por qué…? Si se ponen en entredicho los valores, las actitudes, la forma de relacionarse y entender la vida heteropatriarcales en que han sido educados estos hombres la pregunta entonces no es otra que: ¿en qué quedo yo?, ¿qué es lo que me hace especial y diferente? Cierto es que se pueden sentir acorralados, intimidados, atacados en su yo más profundo. Heridos en su esencia, que es lo que le han inculcado que es toda la caterva de ideas patriarcales. Porque se sienten tan identificados con la ideología heteropatriarcal, con el rol masculino, que asumen que la crítica es hacia ellos. Y claro, reaccionan  virulentamente. Sacan la armadura impenetrable y hasta aquí hemos llegado.


Creo que hay que hacer un trabajo lento, calmado y muy reposado. Hay que intentar visualizar conductas, visibilizar y sobre todo separarlas de ellos. Me explico. Configurar un entorno en el que se sientan cómodos para poder así desenmascarar todas y cada una de las conductas machistas (pero si yo no soy machista…, ya…) que llevan dentro. Ponerlas encima de la mesa. Tratarlas como lo que son, un producto de la socialización, no son ellos. No se está haciendo una campaña de caza de brujas contra ellos. Se está separando la clara del huevo. ¿Cómo? Por ejemplo mediante representaciones, mesas redondas, debates… Todo presentado siempre de una manera muy clara, y visual. Una vez que estos comportamientos y actitudes, estos sentimientos, convicciones, modos de sentir, pensar y hacer, hayan sido racionalizados, desenmascarados, separados, es cuando hay que trabajar en cómo llenar esos vacíos desde la verdadera igualdad. Sentir, pensar, actuar como personas, con independencia del género y del sexo. Debe ser harto difícil porque la inmensa mayoría de hombres y la inmensa mayoría de mujeres piensan que vivimos en igualdad y que el feminismo es algo demasiado radicaldemasiado transgresor… (¿Saben acaso esas personas el significado de ambas palabras? ¿El verdadero significado?) Es deber nuestro hacerlo. Sin más.

2011

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