domingo, 1 de septiembre de 2013

Es responsabilidad nuestra

Titulé así la entrada cuando la escribí, a finales de 2011... Cuando se abrió ante mí la puerta del feminismo. Cuando se incrustaron las lentillas violetas en mis pupilas... Y ya nada volvió a ser lo mismo. En verdad es nuestra responsabilidad seguir la lucha que compañeras y compañeros nuestros comenzaron hace muchos años. Hace siglos. Reivindico desde estas líneas la transversalidad de género en la enseñanza. Reivindico departamentos de género en todos los centros de estudio. En colegios, institutos y universidades. Y no lo digo porque sí. Lo digo porque la historia que nos enseñan está llena de graves errores patriarcales (intencionados por supuesto) y es nuestro deber desenmascararlo y cambiarlo. Como sea.

En filosofía, historia, literatura…, estudiamos a “los grandes” pensadores ilustrados, los padres de la Razón, de las grandes revoluciones… Todos hombres, todos misóginos, todos portadores de la más férrea ideología patriarcal. Esos ilustrados eliminaron a todas las mujeres del mapa público. A algunas hasta físicamente, como Olympia de Gouges. Nos relegaron a todas a ocupar el único papel que nos dejaron: el de madresposa abnegada, sumisa, desvalida, sin derechos. Eso no se estudia en los libros de texto.

Así, para cualquier niña o niño, siempre los varones han sido los grandes, los que han ocupado los grandes puestos, los que han hecho los descubrimientos (más) brillantes, los que tienen las profesiones más atractivas. Las mujeres se han presentado siempre como las que no están. Siempre como madres y esposas en el espacio natural del hogar. Hay algunas que no pueden invisibilizar y las presentan como excepciones. Marie Curie, por ejemplo. Mujeres que sí, que están ahí. Pero nada más. Nadie explica por qué no hay más mujeres en la escena pública. Parece que somos tontas, menos capaces que ellos. Es en lo que llevan toda la vida trabajando, toda la vida demostrándolo. Que si tamaños de cerebro, que si neurociencia (recomiendoCuestión de sexos de Cordelia Fine sobre este tema)… Siempre igual. Ahora recuerdo esa habitación propia indispensable de la que habla VirginiaWoolf

El otro día, en una manifestación, conocí a un varón maravilloso. Era profesor de secundaria. Enseñaba al alumnado historia desde una perspectiva de género. Lo escuchaba asombrada. Igual que la clase, el alumnado, cuando imparte el tema. Si hay varones así la lucha no está perdida.

¿Pueden los varones, entonces, ser feministas o profeministas? Por supuesto que sí. No es que puedan, es que existen, y los admiro. Los admiro porque su situación de 49% mayoritario dominante sobre el 51% minoritario dominado no invita a ponerse del lado del débil. ¿Quién cede poder cuando lo tiene? Atención a esos porcentajes que no están puestos sin razón.

Ahora que se debate sobre el uso o no del lenguaje sexista, ahora que vemos cómo el patriarcado saca sus garras en bocas y actos de miembros de la RAE, clase política, escritoras y escritores… Ahora que nosotras pedimos la utilización de verdaderos neutros. Ahora que exigimos descartar el masculino genérico del 49% que engloba, engulle e invisibiliza al 51% de la población. Ahora que empiezo a escuchar el uso del femenino “persona” para hablar de vosotros y nosotras… Recomiendo el artículo del feminista JuanJosé Millás¡Era tan normal!


Ahí quedan las declaraciones de Esperanza Aguirre sobre la reforma de la ley del aborto. Ahí quedan las palabras de Alberto Ruiz Gallardón sobre eso mismo, desenmascarándose como lo que siempre ha sido, un fascista. No en vano era el protegido de otro fascista, Manuel Fraga. Ahí queda la reforma laboral. Es una reforma que atenta contra los derechos fundamentales de trabajadoras y trabajadores. Además, como siempre, se ceba con el eslabón más débil: nosotras, las trabajadoras. Es en los momentos de crisis, cuando ya no queda pastel y sólo hay por repartir migas cuando al eslabón débil se le castiga ferozmente. Quieren que volvamos a casa. Quieren que volvamos a ser esas mujeres mujeres de antaño. Que tengamos descendencia y la cuidemos, a ella y a nuestros maridos. Calladitas. En silencio. Invisibles.

Hay poco trabajo, así que el que haya que sea para buenos cabezas de familia. Y no se cortan un pelo. Hay que restablecer el orden natural de las cosas. Eso mismo le dijo un jefe hace muchos años a mi madre, cuando trabajaba en El Corte Inglés, paradigma de empresa machista y sexista. Que le estaba quitando el puesto de trabajo a un cabeza de familia. Mi madre, que es pequeña de tamaño pero una gran luchadora, una superviviente, aguantó el envite. Porque mi madre era también cabeza de familia, junto con mi padre. Pues bien, eso es a lo que volvemos.

Sororidad y empoderamiento feminista. Es responsabilidad nuestra.

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