domingo, 1 de septiembre de 2013

Esta que iba a ser la más bella carta de amor

Se que no debería ni siquiera escribirlo, y sin embargo… sonrío… Serrat es el más grande pero Sabina es quien canta nuestros sentimientos. Gracias cielo. Te quiero, y quiero seguir aprendiendo contigo, enseñándote lo que aprendo y aprendiendo lo que me enseñas. Sé que podemos hacerlo. Sé que podemos porque quiero hacerlo. Es atrevido lo sé. Atrevido porque no cuento con tu opinión… pero es lo grande de las cartas de amor. Que tan solo cuentan con una opinión… la opinión de quien escribe. Y quien escribe es yo. Y, sin embargo… sin embargo creo que somos grandes. Hemos sido los más grandes. Y creo que podemos seguir siéndolo. O, en femenino porque somos personas y tengo que acostumbrarme, para acostumbrar, hemos sido las más grandes. Tú y yo, yo y tú. Nosotros. Nosotras.

Ahora que sabemos… ahora que sé que puedo vivir sin ti. Pero sé que quiero vivir contigo. Ahora que sé que puedo dormir sin ti pero quiero dormir contigo. Ahora que voy a cumplir años, con mis arrugas en los ojos pero con el mismo brillo que sigue cautivando miradas. Sé que no debo estar escribiendo esto y, sin embargo… sin embargo te echo de menos con cada poro de mi piel. Quiero aprender a resolver conflictos, los nuestros. Voy a ir a resolver los míos… que buena falta me hace… pero los tengo enumerados. Controlados. Sé quiénes son, sé donde están. Sé lo que quieren y de donde vienen.

Quiero a mi madre. Sé que vienen de mi madre. Sé que en este mundo es lo que se obtiene. Juego con sus cartas. Ahora que la conozco puedo ganar la partida. La quiero. Mi pequeña. Ella, que me ha dado la vida. Que me ha educado con normas que no eran las suyas, con reglas que no eran sus reglas… con castigos que ni ella misma entendería si se lo preguntase en el silencio de la noche… conozco el problema y ahora puedo resolverlo. Lo voy a resolver. Lo estoy resolviendo. No sin ayuda de tan grandes mujeres que me han abierto la puerta del amor y del perdón, de la comprensión y de la compasión. De la razón.

Mi madre, educada por otra madre, por otra mujer que seguía preceptos que no eran suyos. Que seguía normas que no eran suyas… creando como siempre monstruas… sonrío. Pero aquí estoy. Como dice Victoria Sau Sánchez, el precio que paga una madre para su salvación, aunque no lo quiera entender, es una hija feminista.

No debería tan siquiera imaginar escribirte y, sin embargo… quizás sea el alcohol, saber que he perdido, que no queda nada por lo que luchar, que la batalla ha terminado, que no hay guerra ya. Lo que sea. Me da lo mismo. Solo sé que si alguna vez se pudiese cuantificar el amor…

No quiero volver a enfadarme contigo por un tiempo indefinido, no quiero volver a enfadarme contigo como si fueras mi enemigo. No quiero volver a no tocarte ni rozarte ni rechazar tus besos.

Son las dos de la mañana. Quiero hacerme bola a tu lado. Es curioso, sólo cuando no hay nada que perder… no tenemos nada que perder salvo las cadenas…Te quiero. Te quiero.

Se que no debería ni tan siquiera pensarlo porque mañana tengo que ir a currar a un curro que me va a durar dos telediarios… pero no importa, soy una superviviente. He pasado por tantas situaciones… Y mi madre se queda callada y mi padre se queda destrozado.

¿Cómo termino la carta de amor? ¿Es acaso una carta de amor? En fin, como cambia el cuento caperucita. Como cambia el cuento…

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