jueves, 19 de septiembre de 2013

Siempre

Naciste hace 31 años. Para que la niña no esté sola. Recuerdo el día que te conocí. Un siete de abril de hace todos los años. Dormías. Levantaron la mantita que te cubría. Eras pequeño, pequeño. Lleno de pellejo y una gran nariz. Después de esa imagen no consigo ver más... Hasta otro tiempo, más adelante. Somos tú y yo. Tú y yo siempre. El resto del mundo viene y va. Tú y yo somos siempre.

Estabas lleno de ternura. Precioso. Pequeño, suave y tierno. Unos ojos grandes y limpios. Demasiado limpios para este mundo. Recuerdo cómo llorabas y cómo nadie te entendía. No sólo no te entendían, sino que te atacaban. Maravillas del mundo salvaje de los patios de colegio. Creciste sabiendo lo dura, lo mala, lo agresiva, cruel y despiadada que puede llegar a ser la gente. Personas malas, tan, tan prescindibles... Tú y yo siempre.

Las palabras se quedan en tu cabeza y les cuesta salir de manera ordenada. Les cuesta salir de alguna manera. De cualquier manera. Pero están ahí, esperando a encontrar la forma de nacer en forma de voz. La tuya. Tú y yo somos siempre.

Entonces miras. Miras con tu mirada y nadie entiende. Ni a ti ni a tu mirada. Yo... Perciben esa, tu mirada, como dura, mala, agresiva, cruel y despiadada. Quizá el ser de tus agresores capturó tus ojos limpios, esos ojos grandes y limpios... Tus ojos y tus palabras. Esas que aún no han encontrado cómo salir de manera ordenada. Cómo salir. Porque sé que están ahí. Lo sé porque somo tú y yo. Siempre.

Creciste. Creciste mucho. Ahora eres más alto y más fuerte que cualquiera de ellos. No preguntas. No hay tiempo para juegos. Sabes, mal pero sabes, que la ternura, la suavidad, tus ojos limpios, se castigan. En el mundo de los hombres se castigan. Porque por ellos otros hombres te han castigado. Mas las palabras siguen agolpándose en tu cabeza sin saber el camino hacia tu voz. Y la dulzura y tu ternura están ahí. Como yo. Porque tú y yo somos siempre. Y siempre no se termina. Ni con el tiempo. Ni con los años. Ni con los amores o desamores. Ni con la distancia, ni siquiera con el olvido.



Puedo ayudarte. Puedo mostrarte el camino. Caminar contigo. Recuperar tu mirada limpia y tus ojos grandes. Que las palabras fluyan. Que no tengas miedo. Puedo ayudarte. Porque tengo tus ojos y tus palabras hablan por mi voz. Porque tu sangre es mi sangre. Porque te siento en mi piel. Porque somo tú y yo. Tú y yo siempre. Tú y yo somos siempre. Siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario