lunes, 2 de septiembre de 2013

Te propongo un viaje matriarcal...

Pero empecemos por el principio.

            Y es que está claro que el nuestro es un idioma patriarcal, qué te voy a contar. Sin embargo, sí que te puedo hablar un poquito del euskera, un idioma que nos viene como anillo al dedo, aunque no sea el tuyo ni el mío. Y ello se debe a su herencia histórica y mitológica, porque, como tú muy bien afirmas, somos los hablantes los que hacemos el idioma, pero es un proceso que dura siglos.

Empezamos con el caso lingüístico: El género en euskera

            En euskera hay dos clases, animados (humanos y resto de animales) e inanimados; sin embargo, se diferencian únicamente en la declinación para los casos locativos o de lugar.

            Existen unas pocas palabras con versión femenina y masculina (en euskera, los nombres y los adjetivos no llevan marca de género), los únicos que hay provienen de idiomas con género como el latín ("rey": errege, del latín regem; "reina": erregina, del latín reginam). En nombres de parentescos, cuando es preciso englobar los dos sexos, se unen los dos nombres ("hijo": seme; "hija": alaba; "hijo" (ambos sexos):seme-alaba) o existe un nombre que los incluye: padre: aita; madre: ama; padres (ambos sexos): guraso. Las distinciones que en otras lenguas se hacen mediante marcas de género, en euskera se hacen mediante palabras diferentes. Por ejemplo, la distinción hermano/hermana que se hace en español, en euskera se hace usando las palabras: anaia [hermano de varón]/arreba [hermana de varón]/neba[hermano de mujer]/ahizpa [hermana de mujer].

            En tu caso, que tienes un hermano, si no me equivoco, él es tu neba y tú eres su arreba.
            Yo, como solo tengo hermanas, soy ahizpa y ellas también. En castellano, tú y yo somos hermanas de nuestros hermanos (ya sean hombres o mujeres; no distinguimos nada).

            Algunas veces en lugar de un nombre se usa un pronombre: zu [tu/usted], gu [nosotros/nosotras], etc. Los pronombres tienen significado referencial y dependen del contexto. No llevan determinante: Gu euskaldunak gara [Nosotros/Nosotras somos vascos/vascas].

            Por eso, los políticos vascos, independientemente de su signo, suelen usar el sustantivo en los dos géneros (sobre todo los que tienen el euskera como lengua materna, porque intentan traducir literalmente y no pueden): el típico “Vascos y vascas” que oyes siempre.

Seguimos con el caso social:

            Todos los sociólogos coinciden en el aprecio y consideración en que era tenida la mujer socialmente en Euskadi desde tiempos inmemoriales, por eso en muchos casos era y es instituida heredera de la casa con preferencia a sus hermanos, por ejemplo en los tiempos forales; situación contraria al derecho feudal, de origen germánico (recuerda que hoy en día los fueros se mantienen).

            Desde el punto de vista de la antropología simbólica vasca, la Etxevasca (etxea, la casa o caserío familiar), venía a simbolizar la cueva de la Diosa Mari, cuya representación era la Etxekoandre o Señora de la casa (no confundir con la acepción de "ama de casa" en castellano).

La etxe vasca es radical, elemental y absolutamente matriarcal-femenina, pues es a la vez tiempo y espacio de comunión de vivos y muertos, morada y sepultura, templo y cementerio y lugar de vida (procreación y nacimiento) y muerte (defunción, entierro y rememoración).
Continuamos con el caso mitológico

Mari, la Diosa Madre

            Mari es la diosa principal de la mitología euskerica, siendo de las primitivas Diosas-Madre europeas la única que ha llegado hasta nuestros días. Es el personaje mítico más relevante de las tradiciones vascas, siendo la señora de todos los genios telúricos y la madre de Atarrabi y Mikelats, dos divinidades o genios, el primero signo del bien moral y el segundo del signo contrario. Esta diosa es por lo tanto neutral, simbolizando el equilibrio de los contrarios propio de la madre tierra o Amalur.

            La figura mítica de Andra Mari, personificación de la Magna Terra (Ama Lur) y sus energías vitales, ofrece rasgos perentorios y reflejos quebrados de la vieja diosa Madre paleolítica y su culto.

            Mari no es sino la proyección mítica de una experiencia primigenia: la experiencia de la vida vivida bajo el misterio del embarazo femenino, de la alimentación y cocción femeninas, de la magia curativa de la mujer, del hogar como centro de la casa. Mari no solamente es la epifanía de Ama Lur (la Madre Tierra/Naturaleza y sus fuerzas personificadas) sino que representa el ordo natural, cuyas redes teje y desteje, en devanedera de oro, en las astas de su carnero. A esta Divinidad máxima vasca se le ofrenda simbólicamente el carnero, animal sagrado por excelencia, cargado de valores curativos y mágicos. (...) Mari representa el arquetipo matriarcal predominante en el Paleolítico.

            De ahí la persecución en Navarra durante la edad media a las mujeres (por brujas), que aún rendían cultos.


Y acabamos con el mito cosmológico

            Esta concepción mítica matriarcal se corresponde con la concepción propia de los vascos y vascas, claramente reflejada en su mitología. La Tierra, es madre del Sol y de la Luna (hijas), frente a las concepciones patriarcales indoeuropeas, donde el sol es reflejado como un Dios, numen o espíritu masculino. A estas dos hermanas se les dedicaban los rezos y saludos al amanecer y al atardecer, cuando volvían al seno de la Madre Tierra, más allá de los mares "bermejos".

            Esta concepción de la Tierra como Madre, lejos de ser aislada, se encuentra plasmada en uno de los mitos cosmogónicos más importantes y bellos, el mito de Eguzkilorea (flor sol en euskera o carlina acaulis).

            En él las mujeres y los hombres de antaño solicitaban ayuda a Amalur (Madre Tierra) para protegerse de los espíritus malignos que campaban a sus anchas aterrorizándolos, Amalur respondió creando dos hijas, Ilargi (Luna) y Eguzki (Sol); pero pronto aquellos espíritus aprendieron a evitar la luz de estas y entonces la Madre Tierra intervino por última vez en asuntos humanos, naciendo de su seno una Eguzkilorea, planta protectora desde entonces contra brujas, laminak y los malos espíritus.


            Pero es que esta planta, tiene muchas propiedades curativas, de ahí la mujer como sanadora y sabia, y la razón de su posterior persecución por el cristianismo por bruja.

            En el año 1610, en la localidad de Logroño se llevan a cabo el enjuiciamiento de presuntas brujas, episodio que se conoce como el Juicio a las Brujas de Zugarramurdi. Dicha investigación contribuyó a la definitiva abolición de las quemas de brujas en todo el Imperio Español.

Elena Martos

Traductora de software y videojuegos.


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