lunes, 2 de septiembre de 2013

Una de violencia simbólica IV: ¿Quién concilia?

Descripción

       Artículo con dibujo del periódico de tirada estatal 20 Minutos. Corresponde al día 16 de octubre de 2012.

            Sección Formación y Empleo, que es el suplemento de los martes, en la página 16, encontramos un artículo llamado 45 Minutos para almorzar. Como subtítulo: Conciliación: menos tiempo para comer y adaptar el reloj al horario solar serían grandes triunfos para vivir mejor. Lo que no encaja, o encaja demasiado por razones que analizaremos más adelante, es la casualidad de haber puesto como representación gráfica una mujer abrazando un gran reloj en un puesto de trabajo. El reloj marca las 18:00 horas. Al fondo, una ventana con edificios y el sol.

            El artículo versa sobre el ahorro de tiempo que se tendría si se adelantasen los relojes una hora, si se dedicase menos tiempo a comer y se pudiese salir antes de los trabajos. Con la posibilidad de conciliar se reduciría el absentismo, se rendiría más y los padres estarían más tiempo con sus hijos. Porque existe un problema real en la sociedad española: el 80% de los progenitores pasan menos de dos horas al día cuidando de sus hijos.

El “modelo de oposiciones binarias, jerárquico y excluyente” (Rivera, 2003, p.71)

            Siempre en masculino excluyente. Parece que la mayoría de la población es varón, y son hijos de una pareja homosexual formada por varones. Incluso se podría decir que hablan en masculino de las madres, porque es de ellas a quien se está refiriendo cuando se habla de conciliación. Es de ellas de quien se está hablando cuando se habla de absentismo[1]. Es de ellas de quien se está hablando cuando se trata el tema de pasar más tiempo con la descendencia. Porque el problema es suyo, ya que son ellas las que han salido a trabajar fuera del hogar. Han transgredido el papel que les corresponde de señoras de sus casas. Y, claro, el tiempo que pasan fuera nadie lo ha ocupado dentro. Y quedan hogares vacíos. Hijas e hijos que vuelven solos a casa. Generaciones educadas a base de videojuegos que llevan las llaves de casa atadas al cuello. Compras que se dejan obligatoriamente para el fin de semana. Polvo en las estanterías…

            ¿Qué sugiere el término conciliación? Si no se tiene formación en feminismo, podríamos decir que nos sugiere el hacer compatible la vida laboral con la personal/familiar. ¿Quién hace compatible qué?

            Con la revolución industrial quedan definidos por completo los ámbitos de actuación de mujeres y hombres, se establece la división del trabajo. La mujer es madre y esposa, se dedica a la crianza, a la reproducción social, mientras que el hombre se centra en la producción social. De aquí se desprende la dependencia económica de la mujer hacia el hombre. Trabajos menos remunerados y menos recursos económicos, feminización de la pobreza. Llegamos a la actualidad. La mujer se incorpora al mercado de trabajo. En cierto sentido, se hace visible. Es mujer, madre y trabajadora. El modelo de sociedad ha cambiado, el papel de la mujer también ha cambiado (Universidad 2015, 2009).

            Sin embargo, el papel del varón se resiste a cambiar, con lo que la balanza queda desequilibrada. Surgen las dobles e incluso triples jornadas laborales. Como describí en el primer afiche, es normal ver a una mujer en una cocina, en un cuarto de baño, en un espacio doméstico, cocinando, limpiando, horrorizándose porque no se ha quitado una mancha. Cuando la publicidad nos muestra un varón en un espacio doméstico, su vestimenta nos indica que o viene del trabajo o va a salir al mismo. El traje y la corbata, la camisa blanca… Hablan con sus hijas sí, se sientan en el suelo con ellas y juegan a las cocinitas…, con su camisa blanca y la corbata oscura. O bien la dejan sentada en la trona mientras hacen la comida, con su camisa blanca y la corbata oscura. Sus espacios no son espacios domésticos. Sus espacios están fuera, donde hay reconocimiento social, donde el trabajo bien hecho se recompensa con buenos sueldos y ascensos. Quitar una mancha difícil es incluso una obligación de género, de género femenino. No hay reconocimiento. Ni siquiera un “gracias”.

            En el actual contexto de crisis financiera, la conciliación de la vida familiar y laboral, junto con la maternidad, se está dejando aparcada. Por utilizar un tiempo verbal correcto: se ha dejado aparcada. Como denuncian CCOO y UGT, la conciliación de la vida laboral, personal y familiar constituyen las principales preocupaciones de la mujer a la hora de acceder y mantenerse en el mercado de trabajo. Con la crisis aumentan en un 20% los despidos y abandonos del trabajo por causa de la maternidad (“Mobbing maternal”, 2010). Recordemos que el Estado Español tiene una tasa de maternidad que no llega al 1.5 hijos. Este dato está ligado por completo a la tasa del paro femenino, que se situó en el 20.5% en el 2010, más del doble que en el resto de la UE, que no llega al 10%, en el siguiente artículo (“La tasa de desempleo”, 2011). Para el 2012, lo datos no son más halagüeños, ya que el paro femenino se dispara hasta el 22,2%, cuando la media europea se sitúa en el 9,8% (“España es el país”, 2012). Algo se está haciendo mal. No funciona. O quizá se esté haciendo demasiado bien…

            Con la entrada de nuevo en el gobierno del PP tras las pasadas elecciones del 20 de noviembre de 2011, con su visión tradicional y tradicionalista de la mujer y su papel en el sistema de producción todo ha ido peor. Como anunció la prensa el pasado mes de octubre, el Estado Español ha retrocedido 14 puestos en igualdad de género (“España retrocede 14”, 2012). Las políticas que se realizan desde la perspectiva conservadora y desde la perspectiva progresista, por llamar de alguna manera a PP y PSOE, IU y otros partidos de la “izquierda”, se encuentran en lados opuestos.

            Desde los conservadores el modelo de mujer es eso, mujer, madre y esposa a la que hay que ayudar para que se pueda introducir en el mercado laboral. Pero claro, este modelo hace que la mujer, o mujeres, lleven arrastrando todos los prejuicios que de su género se pueden arrastrar. Yo me lo imagino así: una mujer con un bebé colgado de un pecho, con la lista de la compra en una mano y en la otra el abono transporte para ir al trabajo. La conciliación como cuestión femenina absoluta. Es decir, reducción de jornada laboral con lo que conlleva: menos cotizaciones, menos pensiones, mayor dependencia, desigualdad de nuevo. Es cierto que en la sociedad patriarcal en que vivimos se castiga a la mujer que no quiere conciliar y se ve mal al varón que sí quiere hacerlo, como no podría ser de otra manera. Así no vamos a ninguna parte.

           
Frutálico. Información y venta aquí
Desde los partidos de la “izquierda” se intenta aportar un modelo de cambio de valores en la sociedad. Y lo primero es cambiar la terminología, ya que la conciliación es un término que sólo incluye a las mujeres. Son las mujeres las que concilian porque la conciliación es cosa de mujeres. Desde el feminismo se habla de corresponsabilidad. La corresponsabilidad sí incluye a mujeres y varones, responsabilizándose, ambos, tanto de las cargas laborales como de las domésticas, de cuidados y familiares. Y para ello es necesario un pacto social global que elimine el tradicional modo de catalogar a las personas en base al sexo con que han nacido (Rivero, 2008).


            No se habla de continuidad de un modelo tradicional con parches. Hablamos de una concepción radicalmente opuesta. Un modelo donde mujeres y varones compartan las labores de producción y reproducción social al 50%. Mujeres trabajadoras y varones trabajadores. Mujeres madres y varones padres. Personas al fin. Ciudadanas, ambas, de primera clase. Solo así podremos hablar de igualdad. Sólo así podremos valorar al sujeto mujer con los mismos parámetros que al sujeto varón. Organizando la intimidad en términos de igualdad se construye un marco laboral completamente diferente.





[1] Recordemos El coño huele a coño: “En España la mujer ha de trabajar 61 días más al año para que su sueldo llegue al que cobra un hombre por desarrollar el mismo empleo. El estudio que las mide proclama que las bajas de las mujeres son más largas. La mentira que te coloca una enfermedad imaginaria para no tener que volver a decir en el trabajo “el niño tiene diarrea”, para no volver a ser la madre en el trabajo” (Fallarás, 2011).

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