jueves, 28 de noviembre de 2013

Vida en la memoria




Memoria de vida de dos mujeres luchadoras y represaliadas durante la dictadura franquista en torno a las que se articula la especial represión ejercida contra las mujeres republicanas.
Os invito a pasear por el blog que he creado para compartir el proceso de gestación del libro. También por esta página de facebook, donde voy colgando lo que escribo.
 
 
 
   
 
 
 
Empezó siendo un trabajo de fin de máster, ahora crece para convertirse en libro. Mi madre se emocionó cuando vio que se lo dedicaba, el trabajo. A mi madre también dedicaré el libro. Como todo lo que hago. Ana Eugenia Ribagorda Arnaiz. Nosotras, que por nuestras venas laten Ribagordas.
Sólo se puede amar verdaderamente a la madre
si antes se la ha odiado. Porque la odiada es la impostora,
mientras que la amada es la huérfana
que hay
en ella,
la otra “hija mayor”, tan hija como la hija misma.
Ella hizo de madre como pudo.
Es como si la hija feminista hubiese pagado la fianza
para sacar a su madre de la cárcel.”
Victoria Sau Sánchez
 
 

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Va a ser que no es lo mismo aunque me lo pintes de canción de los Rolling Stones




Pirámide de la violencia contra las mujeres

Las palabras se agolpan en mis pensamientos formando frases que deambulan de un lado a otro. En mi cabeza. Van y vienen. Como ahora, que miro por la ventana y veo un enorme árbol de navidad con su verdor, sus bolas azules y amarillas. Supongo que por la noche veremos los destellos de las luces. Hoy estamos a 27 de noviembre. Se ha debido adelantar hasta al maravilloso triángulo verde. Ese triángulo que acumula denuncias por machismo, sexismo, discriminación, acoso laboral, sindical, sexual…

El mismo que viste a sus empleadas de uniforme y a ellos les da dinero para que se compren trajes. Ya sabemos (y si no lo sabemos os lo digo), el traje, prenda que reviste la autoridad. El poder. Y quien no lo tiene, pues uniforme de colores corporativos. Una legión de chacha-empleadas bajo las órdenes de serios varones con traje y corbata. ¿Verdad mamá? A mi madre un día le dijeron, un varón claro, que estaba quitando el trabajo a un padre de familia. A mi madre, una madre de familia. Que a ver si no que somos mi hermano, mi padre y yo para ella sino su familia. Pero me da la espina que se refería a la eterna división sexual del trabajo donde ellos trabajan fuera de casa, traen dinero, ganan prestigio, conquistan el mundo, y nosotras nos quedamos en lo doméstico, que ni cansa porque es lo nuestro y lo llevamos en los genes, ni se valora porque lo femenino hasta se desprecia, cuidamos, nos abnegamos, generación tras generación… Que  ni limpia ni fija ni da esplendor.

Al parecer siguen igual. Maquillados pero igual. Hay empleadas que han denunciado que el jefe de planta las obligaba a limpiar el polvo. Sólo a ellas. Sólo a mujeres. Algunas cabezas pensantes podrán decir: claro, habrá un jefe y el resto serán empleadas luego ¿a quién se lo va a decir? Estoy hasta el mismísimo de tantas casualidades. Que no son casualidades. Otra de las preguntas es por qué hay una legión de empleadas rasas en la base de la pirámide y conforme vamos subiendo en grado de responsabilidad van apareciendo y reproduciéndose los trajes con corbata. Será que las mujeres somos imbéciles y unas incompetentes. Que nuestros títulos, nuestros másteres, nuestras notazas, nuestras carreras, grados y posgrados son de pego. De mentirijillas.

O será que no. Miro por la ventana y veo el cielo radiante. Limpio y azul. De esos días rasos que hace un frío del carajo, y me sale una rima que me calienta las manos mientras pienso en subir la calefacción.

O ayer, que en el resumen del día me dice que su jefe, un impresentable, un día de comida estaba intentando ligar con la camarera. Eso es acoso, respondo. Acoso, como va a ser acoso. Le decía guapa. Pues violencia, eso la está violentando (no dije que por una parte porque la relación cliente empleada es una relación de poder donde la empleada está atada porque para qué). Es lo mismo que hacíamos tú y yo… A ver. Vamos a ver. Que el tonteo mola cuando mola. Que si tú me dices ven y yo voy mola. Lo de las mariposas mola. Pero esto no son mariposas. Esto es acoso sexual y violencia sexista. Lo que pasa, es que como vivimos en un mundo que constantemente ejerce violencia contra las mujeres nos parece todo normal. Y confundimos la aberración de la caballerosidad, que nos fija como seres menores de edad, que deben ser tutelados y protegidos, con la educación, que se da entre personas iguales. Por ejemplo. Y nos parece lo mismo cuando un amigo nos dice lo guapa que estamos hoy con un ¡guapa! seguido de miradas que nos desnudan el alma por la calle ante cualquier desconocido. Que somos unas estrechas y unas amargadas, encima que nos gritan lo guapas que vamos, lo bien puestas que tenemos las tetas, o lo que se nos mueven, o como se nos ve el canalillo, o que nos la meterían hasta el fondo, o que nos comerían la regla a cucharadas, o que nos pondrían a cuatro patas y nos reventarían el culo a embestidas hasta que se nos corrieran dentro, mi leche calentita en tu culito, mmm… Sí, debemos ser unas amargadas. Y las feministas ya ni te cuento.

No es lo mismo. Lo repito por si no ha quedado claro: no es lo mismo. Quizá tendría algo que ver si a nosotras no nos hubiesen educado en el recato, en el miedo, en el pudor, en el cuidado con lo que dices con lo que haces con lo que llevas puesto o no llevas o lo que no dices o lo dices cuando no hay que decirlo… Y a vosotros en el la calle es vuestra y tenéis por derecho una legión de mujeres disponibles. Y si se dejan pues bien, y si no se dejan pues se violan o se paga (empoderadísimas las prostitutas por cierto, nivelón).

Yo iba a escribir sobre caballos trotando por el norte de esta península, que es lo que se me viene a la cabeza cada vez que una vecina piensa que lo mejor para andar por casa son los tacones. O un vecino, no voy a discriminar ahora. Y lo piensa a las siete de la mañana lo mismo que a las cinco de la tarde o a las doce de la noche. El caso es pensar y taconear. Que ni con nota puesta en el ascensor se ha dado por enterada. Aburridita. Pero bueno, eso lo dejaré para otro momento.
 
Ejemplo práctico de lo que es violencia contra las mujeres, simbólica, psicológica, maltrato, acoso... Lo normal.
 
La nave Equalum tiene una misión: detectar y combatir la violencia de género en todas las galaxias. Un programa de ficción de 20' para combatir la violencia de género.
 
 

Festival Eñe 2013


Un análisis cuantitativo de su programación desagregando los datos por género

Informe realizado para Clásicas y Modernas, asociación para la igualdad de género en la cultura. 11 de noviembre de 2013. 

            El Festival Eñe es, como recoge en la página de la Revista Eñe, “la gran fiesta de las letras en español.” Está organizado por La Fábrica, Círculo de Bellas Artes e Instituto Cervantes. El primer festival data de 2009. Desde 2010 se realizan dos: Madrid y América.
            Hemos desagregado por género los totales y los porcentajes de autoras y autores que han participado en la edición  de 2013 siendo estos los resultados.

            De las 86 autoras y autores que acuden a esta cita los días 15 y 16 de noviembre, con la inauguración el día 14, 27 son mujeres y 59 varones. Si 86 constituye el 100%, las autoras representan el 31% y los autores, el 69% restante.
Participación Total
           




Pero vayamos por partes. En primer lugar, el cartel del evento gris, sobre rosa, donde podemos leer un total de 29 nombres a lo largo de 10 filas.  El primero de todos ellos, de una mujer. No vuelve a aparecer otra mujer hasta el 10º puesto. Luego en el 13º, el 18º y el 28º. Es decir, de 29 nombres, tan sólo 5 son de mujer, perteneciendo a varones los 24 restantes. En porcentajes tenemos un 17% de mujeres y un 83% de varones.
Cartel
La inauguración del día 14 recae en una mujer y un varón. La sesión del viernes, 15 de noviembre, cuenta con la participación de 10 mujeres, 26%, y 28 varones, 74%.
Viernes 15
 
De los 7 actos en que sólo participa una persona, las mujeres lo hacen en 2, con el 29%, mientras que los varones lo hacen en 5, con el 71% restante.
 
Contamos 8 actos el mismo día 15 donde la participación es grupal. De las 31 personas que aparecen, 8 son mujeres y 23 varones. En porcentajes, la participación de mujeres alcanza el 26% y la de varones el 74%.
 

Los porcentajes de mujeres y varones que concurren en cada grupo son el 38% y el 100%, respectivamente, ya que las mujeres participan en 3, mientras que los varones lo hacen en los 8.
 
 

Las sesiones del día 16, sábado, cuentas con un total de 40 personas: 13 mujeres y 27 varones. En porcentajes las mujeres alcanzan el 33% y los varones el 67% restante. Este día cuenta con una sesión infantil a cargo de una mujer y una sesión juvenil, a cargo de dos varones.
Sábado 16
 
En esta sesión del sábado, se han programado 12 actos en que participa una sola persona. Las mujeres, con el 33%, lo hacen en 4 ocasiones. Los varones, con el 67% restante, lo hacen en 8.


Ahora la participación en grupo, con 9. De un total de 25 personas, 8 son mujeres y 17 son varones. En porcentajes obtenemos un 32% de mujeres y un 68% de varones.
 
 
 
Las mujeres participan en 4 de los 9 grupos. Los varones en todos. De nuevo los varones participan en el 100% de los grupos. Las mujeres, esta vez, en el 44%.

 
A destacar en ambos días la ausencia de grupos en que participen sólo mujeres.
            Tanto el viernes como el sábado se desarrolla el llamado Taller Exprés. En ambos días participan una mujer y un varón. En total son dos mujeres y dos varones. El sábado se desarrolla Acciones Gabinete de crisis, con la participación de una mujer y un varón.
 
 
Informe realizado para Clásicas y Modernas, asociación para la igualdad de género en la cultura. 11 de noviembre de 2013.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Cansada

Estoy cansada, sí. Cansada de esos cansancios que agotan por dentro y apagan la piel por fuera. Cansada de un trabajo que escondo por vergüenza. Por vergüenza. Cansada de jefes que cometen faltas de ortografía. Cansada de rebatir lo que no me importa y quedarme callada. Señora, tiene toda la razón. Para qué comprar más si es suficiente con lo que tenemos. Cansada de pelear o de no hacerlo o de hacerlo mal. Cansada de no sentir. Y de intentarlo. Juro que lo intento cada día a cada momento. Pero ya hace tiempo que siento absolutamente nada. Y eso, el mentir, cansa. Cansa por dentro y los ojos no brillan y la sonrisa vacía y el sentimiento de qué es lo que estoy haciendo, hacia dónde voy, por qué me quedo. Dónde estoy. Cansada. Cansada de la inoperancia. De buscar ilusiones donde no quedan ni las cenizas. Cansada de la envidia. Cansada de personas estúpidas y enfermas, locas. Cansada de sus excusas. De sus niñerías. Que me la pela oiga. Que me lo pela. Cansada de la incomprensión. Y de tener luego que comprenderlo todo. Cansada de no poder gritar y mandar a la mierda al mundo en general y por partes después. Cansada, cansadísima. Cansada de no saber el motivo por el que me alejo y rehuyo cualquier piel con piel. Cansada de saberlo demasiado bien. Cansada de avergonzarme de mi misma piel. De mis cavidades, de mi desnudez, de la carne y de mi piel. Cansada de ver cada día más arrugas, la piel fláccida, cayendo al suelo. Vergüenza de lo natural, de lo que es. Cansada de llegar a avergonzarnos de nuestra naturalidad, y darnos asco, y escondernos, y no salir, y odiarnos. Y hacernos daño. Ellos. Nosotras. Nuestros cuerpos. Cansada del deseo. Y de su total ausencia. Total ausencia de deseo. La vida. Llegó el invierno.

lunes, 11 de noviembre de 2013

La envidia

El otro día, hace casi dos meses, espetaste, rotundo: tú lo que tienes es envidia de mi pareja. ¿Envidia yo? ¿De qué?, dije para mis adentros embriagados de alcohol y fiesta. Ahora que lo pienso, tranquila y quieta, sin alcohol ni fiesta, reconozco que llevabas razón. Toda la razón del mundo, que se suele decir. Pero te quedaste corto. No sólo tengo envidia de tu pareja, siento envidia de todas y cada una de las personas a las que dedicas al menos un minuto de tu tiempo. De ese tiempo que nunca tienes salvo para quienes lo tienes. Ese tiempo que se te escurre entre las manos y recogen siempre otras personas. Personas que nunca llevan mi nombre. Mi nombre, en el que nunca piensas.
 
Siento envidia de tu compañero de trabajo, de tu socio. Siento envidia de su primo, que será un zote trabajando, pero pasa tiempo contigo. A tu lado. Y le hablas e incluso le mirarás a los ojos. Siento envidia de cada persona que os contrata. Siento envidia de la recepcionista del hotel de turno donde vas a dormir. Y del camarero que os pone el desayuno por las mañanas, o la comida, o lo que sea que comas cuando lo comas.
 
Siento envidia, envidia, de tu madre, a la que no reconoces ni un ápice del trabajo que realiza cada día para que tú llegues a su casa y tengas tu ropa limpia, el frigorífico lleno, calefacción y agua caliente, la cama limpia y hecha, el suelo barrido y fregado... Eso sí, si en alguna de las lavadoras que ella pone con tu ropa se destiñe algo, se desata la bestia. Le he dicho más de una vez que no vuelva a lavarte ni un calcetín. Y que ponga un candado al frigorífico. Ya verías como empezabas a dar importancia al trabajo doméstico. O no. Te enfadarías porque no cumple su deber como madre, como esclava abnegada invisible y desterrada. Que no es una obligación ni como persona, ni como mujer, ni como madre, ni como la tuya, limpiarte ni darte de comer. No viene en los genes. Y eso de los imperativos de género me lo paso ya sabes por donde me lo paso.
 
Volviendo al tema. Envidia, sí. Muchísima. Envidia que se gangrena dentro de la piel. Envidia con la que vivo y convivo. Envidia que me ciega la mirada. Que me hace llorar de ira, de odio, de amor y de cariño. De no haber sabido llegar. Envidia de la retirada. Envidia. Envidia de la mala, que por más que la gente diga, no existe otro tipo de envidia. Envidia de no compartir, de no conocerte, ni de que me conozcas. Envidia de la cerveza que te tomas con algún colega. Envidia de las personas que te atienden en las tiendas de ropa. Envidia de las copas para celebrar la navidad, que no son nunca conmigo.
 
Envidia de tu pareja. Envidia de su madre y de su padre. Envidia de toda su familia. Hasta de su abuela. De las criaturas que llevas y traes, con las que juegas, a las que llevas de paseo, a las que paseas en feria. Envidia de los abrazos, de cuando te llaman tío. Envidia de que te quieran.
 
Envidia del esquema mental que haces cada día con tu tiempo, ese tiempo que solo tienes para las otras personas. Envidia de cuando dices, estas horas para el trabajo, esta para la pareja, comer con ella, o cenar, que hace mucho que no veo a la suegra, y una o dos cervezas con este o el otro, o la de más allá, porque hace tiempo que no le veo.
 
Envidia con la que convivo cada día, o ella conmigo, que me viste y me recuerda que soy nada, que estoy fuera.