Cuando escribo

Por fin el blog

miércoles, 3 de julio de 2013


“Sólo se puede amar verdaderamente a la madre
si antes se la ha odiado. Porque la odiada es la impostora,
mientras que la amada es la huérfana que hay en ella,
la otra “hija mayor”, tan hija como la hija misma.
Ella hizo de madre como pudo.
Es como si la hija feminista hubiese pagado la fianza
para sacar a su madre de la cárcel.”



Llevo meses huyendo e inventando excusas para no ponerme en serio a construir mi blog. Que si no me sale, que si no sé, que si estas cosas de los ordenadores me dan de todo, que si que si que si... Que si quieres arroz catalina, pues dos tazas. La idea es crear un espacio propio, mío, donde escribir todo lo que lleva tanto tiempo enterrado. Donde poder plasmar las palabras que se agolpan en la comisura de los labios y no se atreven a salir. O que salen en susurros... Miedo. Inseguridad. Tristeza. Demasiados reproches. Poder dar forma al torrente de ideas que viven en mi cabeza. Que habrá que dar salida para quitármelo de encima y pensar en otras cosas, digo.
Otra de las razones para tener un blog es recopilar las recetas que voy cogiendo de aquí y de allá y de más allá y hacerme mi propio libro de recetas. Mis platos. Platos que cocino para mi madre. Porque yo cocino para mi madre. Y por ella. Me di cuenta el otro día, mientras pensaba en ahora no tengo ni idea de en qué pensaba ...Porque la odiada es la impostora... La quiero tantísimo. A mi madre. Vivimos cerca. Le llevo los táperes llenos de comidas ricas. Mi madre odia cocinar. Siempre digo que si se pudiese comer la vaca a lo natural no tendría sartenes. La cuido. La cuido porque la quiero. ...Sólo se puede amar a la madre si antes se la ha odiado... Por eso le dedico todo lo que hago. Este blog, mi trabajo de fin de máster, los libros que escriba... A mi madre, mi hermana.


Lourdes Medina Ribagorda














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  • Apuntes sobre la prostitución. 05/12/2012
  • Apuntes sobre la prostitución. 11/11/2012
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  • Aviso
  • Bajo la sombra de aquel gran árbol
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  • Cansada
  • Carne de mujer
  • Carta abierta al Ministro de las Injusticias
  • Certezas
  • Certezas II
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  • Certezas IV
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  • Ciudadanía femenina durante la II República y la dictadura franquista: Ciudadana republicana. La “nueva mujer” del franquismo.
  • Como una uña de gata
  • Crepuscular
  • Crepuscular II
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  • De fiestas, alcohol y abusos sexuales. Lo normal.
  • De microviolencias, micromachismos, como formas veladas de perpetuar el poder (masculino)
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  • Impresiones
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  • La envidia
  • La mula y la vida
  • La niña canalplus I
  • La niña canalplus II: no bebas coca cola
  • La vida, el pan, el fuego
  • Little darling the smiles returning to the faces...
  • Lo que ha supuesto para mí
  • Los ojos grises más bonitos del mundo
  •  Me restas
  • Mi vida. Mi paz. Mi cielo.
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  • No es un azote, es maltrato a la infancia
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  • Nosotras, las que abortamos. Parte I
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  • Ocurrencias a destiempo... Putas y dictadores
  • Olvidar(te)
  • Piedras
  • Pero tú no... Tú no
  • Piropear a una mujer por la calle sí es una agresión
  • Podemos, debemos y vamos a conseguirlo
  • Por fin la cocina
  • Por fin el blog
  • Porque hablamos como pensamos
  • Preguntando al cielo
  • Querido abuelo
  • ¿Quién crea qué? ¿Qué crea quienes?
  • Recuerdas...
  • Recuerdos
  • Recuerdos II
  • Recuerdos III
  • Siempre
  • Somos agua
  • Te dicen que olvides
  • Tetas, pelos, pezones, la barbie...
  • Treinta y cuatro días
  • Touché
  • Una de violencia simbólica: Gas Natural Fenosa
  • Una de violencia simbólica II: Masculino excluyente
  • Una de violencia simbólica III: DKNY o la heterosexualidad obligatoria
  • Una de violencia simbólica IV: ¿Quién concilia?
  • Va a ser que no es lo mismo aunque me lo pintes de canción de los Rolling Stones
  • Van a tener razón
  • 14 de julio



    Cuando me escriben




  • Cocinando

    Por fin la cocina


    Por fin la cocina... Nunca pensé que esto de la cocina tuviese tanto atractivo, ni que le hubiese cogido el puntillo de esta manera. El caso es que me gusta comer. Mucho y bien. Y casi de todo. La verdura no. No. Y por eso veréis que la incluyo triturada en muchísimas recetas. Así, como disimulada, pero pensando en ti, que diría el poeta. Como no puedo estar todos los días de restaurante (ni todos ni algunos ni de vez en cuando), aprendí a cocinar. Quedan lejos ya aquellos días en que me acababa de independizar... Allá por el 2002, recién licenciada. A ver si de una vez empiezo a utilizar tantos años de culo-asiento a mi favor y los proyectos salen bien y no se quedan en eso, en proyectos.

    Vivo cerca de mi madre. Mi madre. A mi madre también le gusta comer rico, pero, como ya he comentado, odia cocinar. Supongo que será una rebeldía hacia la mística de la feminidad... Ahora mi madre tiene a la suya, mi abuela, en casa. Un día, allá por diciembre, perdió el conocimiento y se la encontró, mi madre, tirada en el suelo de su casa. La que era su casa. De ella. Y de mi abuelo. Mi abuelo, que tenía los ojos grises más bonitos del mundo... Murió a primeros de julio de hace algunos años. No recuerdo el día ni el año. Recuerdo el momento y que lo llevo en mi corazón en cada movimiento. Las lágrimas. A una hermana de mi tía Azu: no llores. ¡Llora!, mientras me abrazaba.

    A mi abuelo también le gustaba mucho comer. ¡Se lo comía todo! Será por los años de la guerra y lo que vino después. Y el hambre. Y el cucurucho de higos en el cine para matar el tiempo y no pasar frío. Y las algarrobas. ¡Benito!, le gritaba mi abuela en Los Belones cuando las cogía... Esa es otra historia que ya os contaré... Algún día. Con el olor a rico y a mar y a playa de las adelfas.
      
    Vamos a comprar la thermomix, vamos a comprar la thermomix... Que me han dicho que está estupenda y hace platos muy ricos... La otra parte contratante se negaba. Sin tener ni idea de lo que decía, pero diciendo: que si cocinaba mucha cantidad, que si a ver qué hacíamos con tanta comida, que si otra vez cocinaba mucha cantidad... La simpleza de los argumentos da como risa, pero me tenía que fastidiar y quedarme sin ella. En uno de esos acontecimientos en que la gente tira la casa por la ventana y hace regalos, una tía suya nos dijo que nos la regalaba. ¡Por las diosas, sí! La parte contratante negacionista feliz de la vida con ella. Yo, que la utilizo casi casi cada día, encantada. Mi madre, que me recuerda de vez en cuando la cantidad de táperes que tiene (ya me los llevo mamá, que si no a ver cómo te traigo la comida rica), medio liberada de la cocina. Ganamos todas. Y yo, cuido a mi madre.


    Lourdes Medina Ribagorda


    Índice de recetas (no veganas...)






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